Qué difícil en esta ocasión hacer un balance positivo. La maniobra del optimista, frente a los cristales rotos de lo que en su día fue la vidriera colorida de las ilusiones, consiste en embellecer la realidad, procurar minimizar y olvidar lo malo y aferrarse a lo bueno, pero entonces no estaría mostrando el verdadero balance, más bien estaría resaltando aquellas partes del mosaico que más le interesan .
En esta ocasión, he procurado declinarme en lo que para mí ha sido un placer, primero por mi exagerado punto de vista que seguro no refleja la realidad, además resulta cansino y segundo, porque me siento incapaz ante lo que considero un fracaso, pero nadie aquí quiere escribir.
Con otro ánimo me habría enfrentado a este cuaderno de haber coronado. Me lo había imaginado cientos de veces, cuando corría para entrenar; me veía orgulloso, con lágrimas de alegría en los ojos, dando los últimos pasos hasta llegar a la cima de esta montaña; me veía entregando la cámara de fotos a mis compañeros para que eternizasen el momento, sobre mí, el cielo azul del Himalaya, al fondo el Everest y en el centro, yo, una persona más que consigue vivir un experiencia que le hace llorar de plenitud; entonces apretaba la carrera siendo consciente de que para conseguir mi sueño tenía que sufrir mucho.
Hoy las lágrimas figuradas son de tristeza, no corren por nuestras mejillas, pero si reflejan una realidad, lo que no ha pasado. Si he de ser sincero, tengo que reconocer que estaba convencido de que esta era la ocasión, por lo que creo que hemos perdido una valiosa oportunidad; no hemos sido capaces de superar las inclemencias del tiempo; de los veinte días que hemos pasado sobre las faldas de esta montaña, no ha llegado ni uno solo bueno y aún así, hemos aclimatado a 6.800 mts.. Los sherpas, a los que pagamos para colocar las cuerdas no han podido hacer su trabajo y la montaña esta sin equipar. Para colmo esta temporada ha sido seca, y superar el glaciar de hielo vivo y cristal resulto duro y trabajoso. A partir de la zona llamada “las bandas amarillas”, e incluso antes, ascender sin cuerdas resulta un suicidio y sobre todo descenderlo. Ha día de hoy nadie ha podido pasar del campo II. Varias expediciones se han marchado, y las que no, caminan esta mañana cabizbajos en busca de sus pertenencias para preparar el retorno. Solo los poderosos americanos, en vista de que el tiempo no mejora han alargado su estancia y han aprovechando esta semana para bajar al pueblo de Tingri y respirar un aire algo menos viciado, pero para eso hace falta tener más tiempo y dinero, “quizás ellos tengan más suerte”.
Como veis poner excusas no se me da nada mal, y aunque todas son verdad, esto no supone ningún alivio, más bien todo lo contrario, me viene a la cabeza eso de “mal de muchos consuelo de tontos”.
En esta ocasión, he procurado declinarme en lo que para mí ha sido un placer, primero por mi exagerado punto de vista que seguro no refleja la realidad, además resulta cansino y segundo, porque me siento incapaz ante lo que considero un fracaso, pero nadie aquí quiere escribir.
Con otro ánimo me habría enfrentado a este cuaderno de haber coronado. Me lo había imaginado cientos de veces, cuando corría para entrenar; me veía orgulloso, con lágrimas de alegría en los ojos, dando los últimos pasos hasta llegar a la cima de esta montaña; me veía entregando la cámara de fotos a mis compañeros para que eternizasen el momento, sobre mí, el cielo azul del Himalaya, al fondo el Everest y en el centro, yo, una persona más que consigue vivir un experiencia que le hace llorar de plenitud; entonces apretaba la carrera siendo consciente de que para conseguir mi sueño tenía que sufrir mucho.
Hoy las lágrimas figuradas son de tristeza, no corren por nuestras mejillas, pero si reflejan una realidad, lo que no ha pasado. Si he de ser sincero, tengo que reconocer que estaba convencido de que esta era la ocasión, por lo que creo que hemos perdido una valiosa oportunidad; no hemos sido capaces de superar las inclemencias del tiempo; de los veinte días que hemos pasado sobre las faldas de esta montaña, no ha llegado ni uno solo bueno y aún así, hemos aclimatado a 6.800 mts.. Los sherpas, a los que pagamos para colocar las cuerdas no han podido hacer su trabajo y la montaña esta sin equipar. Para colmo esta temporada ha sido seca, y superar el glaciar de hielo vivo y cristal resulto duro y trabajoso. A partir de la zona llamada “las bandas amarillas”, e incluso antes, ascender sin cuerdas resulta un suicidio y sobre todo descenderlo. Ha día de hoy nadie ha podido pasar del campo II. Varias expediciones se han marchado, y las que no, caminan esta mañana cabizbajos en busca de sus pertenencias para preparar el retorno. Solo los poderosos americanos, en vista de que el tiempo no mejora han alargado su estancia y han aprovechando esta semana para bajar al pueblo de Tingri y respirar un aire algo menos viciado, pero para eso hace falta tener más tiempo y dinero, “quizás ellos tengan más suerte”.
Como veis poner excusas no se me da nada mal, y aunque todas son verdad, esto no supone ningún alivio, más bien todo lo contrario, me viene a la cabeza eso de “mal de muchos consuelo de tontos”.